Curro Royo
VII Congreso Evangélico
Barcelona
Hoy es bien conocido que dentro de los círculos cristianos evangélicos hay poco interés en las artes. Cuando parece que se presenta un cambio, cuando la generación más joven, nacida y criada dentro de estos círculos llega a comprender la importancia de las artes, surgen toda clase de problemas y tensiones. Casi brilla por su ausencia cualquier clase de forma crítica de pensamiento. No hay percepción artística, nada que anunciar, no hay respuesta para las preguntas importantes de la presente generación. Muchos desean ser artistas en un sentido cristiano, pero tienen que encontrar las respuestas por su cuenta ¿Cómo emprender la tarea? ¿Qué significa? Muchos se han apartado del cristianismo, o lo que es más trágico, de Cristo cuando han llegado a sentir que, si este aspecto vital de la vida humana queda al margen de la religión o de la fe, entonces hay un defecto básico en la fe. De diferentes maneras se ven obligados a unirse a la batalla espiritual contra el espíritu de la época que se expresa de forma tan enérgica en las artes, y muchos sucumben.
También es posible, claro está, adoptar la misma postura puritana hoy: alejarse de las artes porque son mundanas, laicas e impías. Pero ésa no es la respuesta. No se enfrentan a la cuestión. Pasa por alto el hecho de que las artes son particularmente fuertes protagonistas de una nueva forma de pensamiento no cristiana. Bien podría ser que las artes fueran, por supuesto, “de vanguardia” en el sentido de que van por delante de los demás en la búsqueda de una forma de espiritualidad no cristiana. ¿Por qué? Porque durante mucho tiempo los cristianos no han participado en la discusión ni en la actividad artística.
(Hans Rookmaaker, Arte moderno y la muerte de una cultura .)
Estas palabras fueron escritas hace treinta y siete años por Hans Rookmaaker, profesor de Historia del Arte en la Universidad Libre de Ámsterdam. Sorprenden su fuerza, actualidad, y desafío.
Como todas las cosas que merecen la pena, “Arte”, es un término proteico. Cada vez que uno intenta tocar el suelo con él, cambia de forma. La humanidad lleva desde sus inicios haciendo arte, y al mismo tiempo intentando delimitar dentro de moldes rígidos esta praxis, necesidad, pasión... etc. Intentamos categorizar, o ponerle puertas al campo. Pero este campo es tan grande le ocurre lo mismo que al único mapa perfecto de la realidad... que es la realidad misma.
Intentando definir al arte, pretendemos atrapar algo vivo para disecarlo, y colgar su cabeza en el salón de nuestra comodidad. Queremos un sello de funcionario, un tampón, con el que podamos ir estampando el cine, la literatura, la pintura o el teatro propinando golpes y afirmando... ¡pum! “Es arte”... ¡pum!... ”No es arte”.
Y lo que es más grave, o más soberbio. No sólo intentamos a toda costa atrapar y secuestra al Arte para obligarle a confesar si efectivamente lo es no. Lo peor es que pretendemos premiarlo o castigarlo. Ante una obra para cuya delectación no estamos preparados, ante la que podríamos abrir nuestros sentidos y nuestra inteligencia, nos preguntamos: “¿Pero esto, es arte del bueno... o del malo?”. Desconfiados como somos por naturaleza, buscamos un policía estético al que pedir el certificado de penales de la obra, y dejamos que un crítico o un experto opine por nosotros.
Y ahora, imaginemos dónde podemos llegar si sometemos al pobre Arte al tercer grado y le preguntamos: “Esto que estoy viendo, escuchando... es arte cristiano”
Guiados de nuevo de la mano del profesor Rookmaaker, haremos una afirmación rotunda: “el arte, es”. O como tan bien afirma él mismo: “El arte no necesita justificación”
De acuerdo a Rookmaaker, el arte es un más de las posibilidades, de las potencialidades, de las estructuras abiertas que Dios ha tenido a bien crear. Existe arte porque existe un Dios creador, y hacer arte es actualizar esa posibilidad. El arte es un camino que Dios abre al hombre para que sea realmente humano, y así como la capacidad creadora de Dios no tiene ni fin ni límite, no parece tenerla la capacidad humana para investigar los caminos del arte.
No habría matrimonio, política, oración ni arte si no fuera porque Dios los posibilitó en su creación: Él creó la posibilidad. Así que estas estructuras son el horizonte de la actividad del hombre (...) La imaginación, la fantasía, el descubrimiento de las cosas no oídas ni soñadas, (pertenecen a la realidad) porque Dios otorgó al hombre estas cosas y, por tanto la imaginación no queda al margen de las estructuras de Dios .
Dios podría haber creado nuestra retina como la de muchos animales que no perciben el color. Pero no lo hizo. Podría habernos hecho insensibles a la armonía o el ritmo... pero ésa no fue su elección. Podría habernos privado de la capacidad de narrar historias, o de identificarnos con ellas, o de aburrirnos, que es tan importante como nuestra capacidad para divertirnos. Pero no lo hizo.
Actores cristianos famosos en Hollywood
Hacer arte es ser más humanos, y es cumplir la voluntad de Dios. Y para ello no necesitamos buscar más excusa que la luna para provocar mareas, el águila para surcar el cielo, las supernovas para llenar el espacio con su luz o las hayas para crear a sus pies un hermoso tapiz de hojas secas, piedra y musgo.
Ahora bien, no seremos tan ingenuos, como para ignorar que el pecado se introdujo en esta sinfonía, como el chirrido de la tiza en el encerado, o el frenazo en el asfalto que precede al desastre. Es innegable que el pecado distorsiona el propósito del arte, así como distorsiona el propósito primigenio del sexo, por citar otro caso notorio.
Tal vez por eso nuestros contemporáneos convirtieron al arte en lo que no era. Ante la crisis de las verdades, de los meta-relatos, cuando la ciencia y la filosofía ya no podían dar razón del todo, el hombre se quedó sólo. Huyendo del azar y la sin razón, se vio reflejado en lo único que era radicalmente suyo, su propia creación. Se nombró al artista sacerdote de una religión sin Dios, y se le demandó una nueva revelación. En el arte, el hombre no era un objeto, ni el fruto de una evolución sin destino, ni el engranaje de un sistema social opresor. El hombre se sumergió allí, y se buscó a sí mismo. Y se perdió.
En el camino se consiguieron logros excelsos. Las vanguardias derribaron los muros del figurativismo y descubrieron que más allá, había nuevos mundos, llenos de color, movimientos , simbología o elementos oníricos. Pero esa verdad tan buscada, que diera sentido a qué es ser humano, no se encontró... porque nunca estuvo allí.
Como señalan Rookmaaker, o Francis Schaeffer, el arte contemporáneo es un amplificador del estado espiritual de nuestro mundo. Al igual que el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles... los lienzos, los escenarios o las pantallas nos hablan del hombre moderno, de sus anhelos incumplidos, de sus búsquedas infructuosas.
Bacon, Bergman, Beckett, Houellebecq, Allen... si queremos entender al hombre contemporáneo, su profunda herida y falta de sentido, debemos exponernos al desafío y la lucidez de estos autores, entre otros. Encerrados en nuestra pequeña y confortable burbuja corremos el riesgo de saber que el Evangelio es la respuesta... pero ¿cuál es la pregunta?
Como hemos leído, la iglesia, y se aplica de manera especial a la iglesia en España, ha mostrado una franca hostilidad cuando no desprecio hacia el arte y la cultura, que fueron directamente asimiladas con “el mundo”, “el siglo”.
Seamos conscientes de ello o no, esta actitud, lejos de responder a una sana espiritualidad, es hija de una de las grandes tentaciones que desde siempre han tenido los cristianos: el dualismo.

Para esta doctrina humana y herética, las artes serían la quintaesencia de la sensualidad ¿Porqué? Porque lo corporal, lo físico, está alejado de Dios. Los clásicos, no la Biblia, lo expresaron bien: “Soma sema”, el cuerpo es una tumba, cárcel. Sólo la parte más elevada, más... “incorpórea” del hombre, es buena.
Nada más lejos de la doctrina bíblica. Pablo afirma que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, ha de ser guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo (1ª Tes 5, 23) y asegura categóricamente que el Señor transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (Fil 3, 20) No que nuestro auténtico ser, nuestra alma, vaya a escapar de su cárcel, no... sino que poseeremos un nuevo cuerpo, al igual que el Señor Jesús ya posee un nuevo cuerpo glorificado.
Nos espera una nueva creación que podremos tocar, oler y oír con los nuevos sentidos de un nuevo cuerpo. Al gran Artista no se le han acabado los colores de la paleta, ni los acordes: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó... son las que Dios ha preparado para que le aman” (1 Cor 2, 9) ¿Más aún que lo que ya hemos visto? Sí, mucho más.
El que imagine el Cielo como una nube en la que estará tocando el arpa... espero que le guste el arpa. Yo creo que estaré más bien, como ahora, con los pies en el suelo. Y creo que un nuevo cuerpo y una nueva creación, conllevarán necesariamente un nuevo Arte, con el que seguiremos transitando los caminos que nuestro Padre nos puso por delante, pero esta vez sin el peso del pecado... ni del ego.
El Prado, la Tate Gallery, el celuloide que soporta la filmografía completa de todos los genios del cine... todo ha de desaparecer... sí. Pero eso no significa necesariamente que no tengan valor hoy, y que no estén fuera del plan de dios.
Mirando con cariño a nuestros pastores y evangelistas, a nuestros líderes, y a los hermanos que nos precedieron, quiero creer que en el rechazo de “el mundo” se les fue la mano. La misericordia y el respeto hacia aquellos que deben tomar decisiones por las que responderán ante el Pastor de pastores, me lleva a pensar que tuvieron miedo a lo que no entendían, y que temían que fuera pernicioso para su grey.
Aún me recorre un escalofrío recordando el caso de ese boletín de iglesia en el que se hacía la pregunta “¿Debe un cristiano ir al cine?”, artículo precedido en semanas por la pregunta “¿Debe un cristiano ir a la playa?”. El escalofrío es doble al recordar que en ambos casos, la respuesta, era “no”. El miedo, y no la santidad, les llevó- les lleva- a cerrar la puerta de la iglesia a todo arte y cultura, haciendo de la suya no una vida más santa, sino más pobre, mucho menos humana.
Además, al cerrar la puerta, dejaron mucha gente fuera, entre ellos los que sentían un llamado artístico. Había una puerta estrecha, sí. Pero no era la de la lucha hasta la muerte con el pecado, sino la estrechez de miras de una iglesia que decía al artista: “Puedes entrar y dejarte tu arte fuera... o en todo caso, puedes entrar con él si lo utilizas para lo que te digamos... y como te digamos. Si no, no es arte, o lo es... pero no es bueno. No es arte cristiano”.
¿Y qué será esa cosa llamada arte cristiano? Mucho me temo que al hablar de arte cristiano muchos están hablando de un arte, o mejor dicho, un sub-género artístico muy concreto. Sus características, en las artes plásticas, son la imposición de una iconografía, expresada en formas almibaradas y forzosamente figurativas.
En lo musical, serían composiciones ligeras y melódicas con un explícito contenido religioso y una instrumentalización poco estridente.
Este arte no tiene valor en sí mismo, sino que es un instrumento en aras de la evangelización y la adoración. La bondad de los fines -y ciertamente son excelsos- justifica la pobreza de los resultados. Lo que falta de arte, se suple con buena voluntad.
Personalmente, lo que más me enerva es que este programa iconográfico tiene “secuestrada” la imagen del Señor Jesús... secuestrada y deformada.
Uno de los mayores exponentes de este sub-género, es el tratamiento que Hollywood ha hecho siempre de Jesucristo.
En declaraciones acerca de cómo se gestó La Vida de Bryan, uno de los miembros del grupo Monty Python, Terry Jones, relataba cómo el grupo entero se encerró a visionar todo el “cine bíblico” que pudieron... desde “La túnica sagrada” a “Ben Hur” pasando por “Rey de Reyes”. La conclusión a la que llegaron es que en tiempos de Jesús... la gente hablaba muy despacio. Era, afirmaba Terry Jones, como si la gente se mirara y pensara al hablar... “Estos son tiempos muy importantes, son los tiempos de Jesús”
¿No hay algo muy cierto en esta afirmación? Terry Jones criticaba una decisión estética, no ética, que intentaba plasmar la reverencia debida al personaje en un elemento formal que se perpetuaba de película en película, hasta llegar a conformar una seña identidad del género “película bíblica”. Pero... ¿se nos ha ocurrido ni remotamente que el Señor hablaría con la mujer samaritana o con Nicodemo de una forma tan extraña? Que hablara como una persona normal de su tiempo... ¿menoscaba el mérito de los testigos al transcribir la conversación... o al Espíritu Santo al llevar a los cuatro evangelistas “a toda la verdad” y permitirles transmitirnos fielmente lo dicho por el Señor Jesús?
Observemos el cuadro La sombra de la muerte, fechado en 1873 y salido de la mano del pintor prerrafaelista William Colman Hunt. En dicho cuadro, un joven Jesús tiene un momento de descanso en el taller de carpintería de su padre, y al alargar los brazos, proyecta en la pared la sombra de la cruz. Acerca del mismo afirma Rookmaaker:
¿Es verdaderamente bíblico? No deseo criticarlo sólo porque la Biblia no mencione la historia, sino porque todo el sentimiento que el cuadro parece mostrar no es más que puro sentimentalismo (...) casi todo el “arte cristiano” ha seguido esta línea desde entonces. Pensemos en las ilustraciones de la Biblia, en los dibujos de la escuela dominical o en reproducciones en las paredes de las iglesias. Como estilo se convirtió en estilo cristiano (...) la sal se había convertido en algo insípido, había tanto sentimentalismo “pseudodevocional” en estos cuadros, que se alejaban mucho de la realidad de la que habla la Biblia ¿Podría ser que las ideas equivocadas de Cristo que tienen muchas personas, tanto no cristianas como cristianas, considerándolo un hombre sentimental, casi afeminado, dulce y “amante”, que no parece verdaderamente de este mundo, son el resultado de la predicación inherente a las imágenes utilizadas con los niños o a los cuadros que se cuelgan de las paredes? Su teología y su mensaje no son los de la Biblia, sino los del liberalismo del siglo XIX “
¿No hay alternativa a este cliché iconográfico del Señor Jesús? Otros lo han intentado, como Miguel Ángel en el impresionante fresco de El Juicio Final de la Capilla Sixtina... o Pier Paolo Pasolini en su película de 1964 El Evangelio según San Mateo, con un español, Enrique Irazoqui, interpretando a un Jesús más humano que el de Hollywood. O pensemos en Aslan, el león de las Crónicas de Narnia de C. S. Lewis.
Otro de los grandes asuntos a abordar en la relación entre el Cristianismo y el Arte es la cuestión del equilibrio entre el fondo y la forma. El arte es portador de contenidos, de ideología, de cosmovisiones. Eso es cierto. Pero lo hace de una forma más excelente en tanto en cuanto hay un equilibrio entre fondo y forma. Cuando el mensaje se impone a machamartillo, fosiliza la vida de la obra artística y la convierte en propaganda.
Describiendo el proceso de el proceso de gestación de Las Crónicas de Narnia, C. S. Lewis afirmó:
Hay personas que creen que empecé preguntándome cómo podría hablar del cristianismo a los niños, y que luego elegí el cuento de hadas como instrumento; luego, reuní información sobre la psicología infantil y decidí a qué grupo de edad quería dirigirme; luego, redacté una lista de verdades cristianas básicas y pergeñé “alegorías” que las encarnasen. Todo esto son puras tonterías. Yo jamás podría escribir de esa manera. Todo empezó con imágenes: un fauno que llevaba un paraguas, una reina sobre un trineo, un león majestuoso. Al principio tales cosas no tenían asomo alguno de cristianismo; ese componente se les añadió luego por propia voluntad .
Hans Rookmaaker concluye:
Sería erróneo decir que el arte sólo es bueno si promueve el cristianismo. Esto sería un utilitarismo tergiversado. El arte y el canto se pueden utilizar para promover la adoración- en efecto, la adoración sin buena música es casi impensable- y en la evangelización. Pero no hay que justificar el arte porque pueda tener esa utilidad. (...) si se va a utilizar, debe servir verdaderamente para ese propósito y hay que hacer el trabajo bien hecho .
Resuena en este párrafo la amonestación del Salmo 33, 3 al decir:
“Cantadle cántico nuevo, hacedlo bien, tañendo con júbilo”
Así pues ¿para qué está el artista? El profesor David Estrada recoge otro texto de Rookmaaker al decir:
El artista, con sus dones especiales, tiene una tarea específica, una vocación maravillosa, una vocación muy especial. No es la del profeta, ni la del maestro, ni la del predicador ni la de evangelizar, sino que su misión es la de conseguir una vida mejor para la humanidad, que valga más la pena ser vivida, su tarea es la de crear aquel sonido, aquella forma, aquel cuento, aquella decoración y aquel ambiente que tenga sentido, sea deseado y proporcione alegría .
Joven que sientes el llamado a ser actor, escritor, músico, pintor... ¿es esta vocación compatible con tu cristianismo? Yo digo: “Sí”. Tal vez no podrás actuar en una compañía cristiana, en un grupo cristiano, para una galería cristiana... ¿y qué? Será mucho mejor, porque serás sal en un mundo que se corrompe. Tal vez estarás aislado, pero no te importe... basta un poco de levadura para leudar mucha masa.
Ahora bien, hay que recordar que al igual que el Arte no necesita justificación, el Arte no lo justifica todo. Recuerdo una conversación en la que un hermano con inquietudes artísticas, me dijo que su sueño sería poder crear “una iglesia de artistas”. Para mis adentros pensé que si llegaba a crearla yo no me acercaría a menos de un radio de cinco kilómetros.
Al igual que hemos señalado la incapacidad de muchos líderes para integrar a los artistas en las iglesias, hemos de señalar en éstos la falsa presunción de ser “distintos” en el campo de la moral. Para muchos, afirmar “soy un artista” es tener una patente de corso que les exime de cumplir todas las expectativas morales del Reino. Y no es así. La idea del artista como alguien excepcional regido por leyes excepcionales es una derivación de la idea romántica y decimonónica del artista como “profeta”, como el “iluminado visionario” que está por encima de los demás.
De nuevo hay que desenmascarar estas ideas humanas, y afirmar que la gran separación, el abismo, la brecha infranqueable, no se encuentra entre la iglesia y el arte... sino entre la santidad y el pecado. “Soy artista”, contemplado a la luz de las radicales exigencias morales del Señor, es lo mismo que decir... “soy fontanero”.
En su segunda carta a la iglesia de Corinto (17, 17-19) Pablo escribió:
Si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído ¿dónde estaría el olfato? Más ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro ¿dónde estaría el cuerpo?
Lo trágico de lo que venimos contando es que las orejas decidieron que los ojos no eran cuerpo, por no ser orejas... y les recomendaron que se dejaran de ver tantas cosas y se dedicaran... a oír un poco más. Por su parte, los ojos, pensaron que ser ojo era mucho mejor que ser una simple oreja, y que por el hecho de ser ojos, se les debía permitir ver aquello que no debían ¿Y dónde queda el cuerpo? Me temo que en una enorme oreja ciega.
El artista cristiano, por tanto, está llamado a ser miembro de una iglesia heterogénea, con gente de edades, trasfondos sociales y culturas distintas a las suyas. Y es así porque es añadido a una Iglesia que no está formando él, sino el Señor Jesús. Es en esa iglesia donde podrá aportar sus dones, al igual que otros hermanos aportarán los suyos y el cuerpo se verá beneficiado en su conjunto.
“Santidad a Jehová” Esa es la clave, el desafío, el campo de batalla. El artista, en su campo profesional, afrontará sus desafíos específicos, al igual que lo hace cualquier otro hermano. Y nuevamente sería un error creer que por el hecho de ser artista, sus desafíos serán mayores.
Deliberadamente he introducido un término, “profesional” con el que me encamino hacia la recta final de mi aportación.
Tengo para mí que el auténtico artista es el que vive de su arte. Al hacer esta afirmación entro en el resbaladizo terreno del “éxito”. Vaya por delante que no me estoy refiriendo a ello. Las obras de Vincent van Gogh siguen rompiendo una y otra vez el techo del precio jamás pagado por un cuadro, pero paradójicamente, en vida, sólo le vendía cuadros a su propio hermano, que se los compraba de forma anónima. El “fracaso” humano de Van Gogh no hace de menos ni un ápice la grandeza de su pintura.
El “éxito” o la “fama” llegarán... o no... y vaya usted a saber cuando. Y si llegan, no podrán ser nunca un fin en sí mismos para el artista cristiano. En su lugar, éste está llamado a la excelencia y al servicio.
Excelencia mostrada en un proceso de formación y en una práctica profesional tan rigurosos como le sea posible. Ser artista cristiano no justifica no ser un buen músico, o un buen actor... más bien lo exige. El creyente debe de ser capaz de moverse en los círculos artísticos y empresariales de su campo específico, sin llegar a comprometer ni su fe ni su arte. Tal vez en este camino deberá lleva a cabo trabajos que no sean de su agrado, como le ocurre a todo profesional, y tal vez llegará a encrucijadas morales en las que deberá renunciar a buenos encargos por razón de su conciencia. Pero en todo caso, su fe no deberá ser nunca una excusa para justificar su impericia profesional, ni sus incapacidades puramente técnicas o humanas.
En este largo periplo las cosas no serán, desgraciadamente, en blanco y negro. Estar en el mundo sin ser del mundo implica sumergirnos en una amplia gama de grises ante la que debemos elegir, cada día, en cada momento. Y eso, implicará también cometer errores.
Quisiera hacer un llamamiento a todos y todas las creyentes que se sientan desafiados por el mundo del arte, y me refiero a aquellos que hayan decidido hacer del arte, en cualquiera de sus formas, su medio de vida y ocupación.
No necesitamos arte cristiano, porque ni siquiera estoy seguro de que eso exista, sino más creyentes en el mundo de las artes. Muchos de los que lo intenten no lo conseguirán, y tal vez después de años de dar vueltas y vueltas al Jericó de la literatura, las artes escénicas, las compañías de ballet, el circuito de galerías, las productoras cinematográficas... deberán dedicarse a otra labor. Así es este campo.
Otros conseguirán hacer de las artes su modo de vida, y deberán compaginar una tarea artística con la pertenencia a una iglesia o la vida familiar. Tal vez no todo lo que escriban, rueden, dancen, esculpan o pinten sea del agrado o ni siquiera comprendido por sus hermanos en la fe... qué se le va a hacer.
Muchas de esas obras serán encargos que deberán realizar de una forma profesional para empresas o clientes muy alejados de la fe cristiana, y deberán hacerlo de la mejor forma posible hasta donde les sea posible.
Pero lo que de verdad debe importarles es tener, delante de Dios, una conciencia limpia y una disposición a ser usados por él en cualquier momento, a ser sus instrumentos y no los artífices “de su propia carrera”. En este sentido, quisiera recoger y transmitir un desafío recientemente lanzado por el pintor Antonio Soto, el cual, en el marco de un taller de artistas nos dijo: “Pedidle ideas a Dios”.
Para finalizar, me gustaría cerrar con un texto citado por Michael Card en el muy sugerente Escritos en la arena . Card destaca la trascendencia de el Salmo que afirma:
Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré, Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. (Sal 27,4)
El resumen de todo Arte es que buscamos la belleza... porque Él es hermoso
Fuente: Sociología protestante http://historiaparaeldebate.blogcindario.com/
Qué alegría me ha proporcionado leer el texto de la conferencia. Soy artista visual y curadora mexicana, católica;y he buscado durante muchas horas en internet quien pensara como yo acerca de la orientación del trabajo del artista que desea servir al Señor Jesús en el contexto del arte contemporáneo,que está tan infestado de relativismo, fascinación por lo mórbido, pregonero de sinrazón y desesperación y odio a todo lo religioso. Les agradezco este nuevo ánimo que me impulsa a emprender nuevos proyectos para manifestar mi amor por Cristo en mi trabajo artístico. Gracias. Una artista mexicana.
ResponderEliminarBusque en inrernet sobre arte cristiano, me deja muy claro los pasos a seguir, a los 17 años abandoné el arte por lo mismo, hoy tengo 34 y he buelto a retomar el rumbo porque esta habilidad de dibujar y pintar Dios me la dió.
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