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500 AÑOS DE ESTÉTICA PROTESTANTE

La conmemoración de los 500 años de la Reforma es una ocasión excelente  para reflexionar sobre las obras de arte producidas bajo la influencia del protestantismo. Quizá en un futuro podamos llegar a concretar las claves de una teoría del arte protestante. Entre tanto nos conformaremos con compartir algunas consideraciones fruto de la observación y reflexión de obras y movimientos artísticos que se han venido desarrollando bajo la influencia del pensamiento reformado.

¿EXISTE UN ARTE PROTESTANTE?
Ante la pregunta de si existe un arte protestante estoy a medias de acuerdo con el iconógrafo Louis Reau en que, de ser así, debería poder definirse, y “no solo por lo que carece: sensualidad, color, exuberancia vital[1], sino por unas constantes más sólidas.   El pastor Pierre Bourguet, autor de un interesante estudio sobre Protestantismo y Bellas Artes, afina un poco mejor cuando dice que el arte protestante es: grave, realista, sobrio y biblico[2]. Estas valoraciones son ciertamente imprecisas, por lo que de momento, no me siento capaz de definir el arte protestante, a pesar de que me inclino a pensar que realmente existe, tanto por  la manera en que los artistas renacidos impregnan sus obras, como por ciertas tendencias formuladas desde la tradición evangélica.

Quizá sea cierto, como afirma Reau[3], que “la Reforma aniquiló en Alemania los gérmenes del Renacimiento”, pero no es menos cierto que favoreció el despertar de una nueva estética en la Holanda del siglo XVII, como la Contrarreforma lo hizo en la España del mismo siglo, o la Revolución Industrial  en la Europa del Noucentisme.

Precisamente el arte que se produce en la calvinista Holanda, materializa, al menos en los contenidos, un claro manifiesto protestante. Al liberar a la pintura de la temática religiosa católica, desarrolla nuevos temas que, como la naturaleza muerta, el paisaje, la pintura de género o el retrato burgués serán el caldo de cultivo de nuevas aportaciones estéticas que culminan en la figura de Rembrandt, el artista protestante por excelencia.  Según afirma el historiador del arte David Smith[4], “cuando Rembrandt empleaba el claroscuro expresaba una “estética protestante”, pues en él había encontrado el medio formal para ilustrar el antagonismo radical entre el cielo y la tierra, lo espiritual y lo material, la luz y la sombra, característico del protestantismo. En cambio, en la obra del ferviente católico que es Vermeer, los contrarios se reconcilian. Respetuoso del dogma católico que preconiza la unión mística de lo visible y lo invisible, está profundamente convencido de que la imagen artística puede y debe incorporar una “presencia” tan indefinible como real”

UN ARTE ROBUSTO Y MORALIZANTE
Cuando visité en octubre de 2007 la exposición Portraits publics portraits privés 1770-1830  en el Grand Palais de París,  quedé sorprendido al ver el cuadro de los padres del artista alemán Philipp Otto Runge (1777-1810)[5]. Antes de ver la obra me llamó la atención que en los paneles introductorios se mencionaba que el autor reflejaba en esta pintura, una alegoría de los valores morales en el contexto de una Alemania protestante.[6]  Ese contraste entre la consideración de la familia como  “núcleo sagrado de la vida social”  y  testimonio de piedad filial y la ligera sociedad francesa queda muy bien manifiesta en el cuadro: severo, sólido, dureriano, lleno de simbolismossin concesiones a la frivolidad. Y es que quizá sea esa otra característica de la ética protestante que se manifiesta en su estética. Esa misma sensación me producen las obras de Nicolas Maes,  a propósito del ideal de familia protestante.

Philipp Otto Runge, Los padres del artista, 1806

La familia es para los protestantes algo verdaderamente  sagrado. Y es cierto que, como todas las cosas que se sacralizan,  suelen convertirse en un sistema de formas y  normas que funcionan si todo va sobre ruedas, pero que si algo se tuerce se activa todo un mecanismo de leyes, sometimientos y disciplinas que descubren que una vez más, no es la ley sino la gracia la que debe guiar al hombre. En ese sentido la ética y la moral protestante suelen ser severas, aunque por supuesto depende mucho de las denominaciones y sobre todo de la intimidad personal. Pero ahí está ese cuadro, tremendo, robusto y severo, nada afrancesado, nada coloreado, casi geométrico, muy simbólico… ¿Serán estas algunas insinuaciones de lo que estamos intentando definir?.

Otro  caso de evidente puritanismo estilístico es el del tardío Alberto Durero[7]. Hay una clara evolución hacia formas más rígidas y robustas a partir de su  asunción del mensaje evangélico. Como afirma Panofsky en su famoso estudio sobre éste gran artista, “el receptáculo ha de hacerse más resistente para soportar toda la emoción y profundidad espiritual interior, abandonando las anteriores formas más amables elegantes y flexibles, como ocurre con el Rembrandt tardío, el Beethoven tardío o el último Miguel Angel”.  Seguimos  reconociendo algunas características que bien podrían ser síntomas de esa supuesta estética protestante: carácter “mecánico” de posturas y ademanes, obsesión por el plano frontal y reducción del espacio a sus mínimos esenciales.

EL CASO ANGLICANO: ANTICLASICISMO Y 
ROMANTICISMO EN EL SIGLO XIX

Tras considerar la postura de los artistas que reaccionaron frente al academicismo y el peso de la razón en el siglo XIX observo que el componente de autenticidad, de búsqueda de la libertad creadora y de huida de las rígidas reglas académicas se caracteriza además por un reencuentro con la naturaleza como creación de Dios. Es decir en la naturaleza se encuentra el “secreto de la armonía y la belleza” más que en el desarrollo de las reglas matemáticas o en el idealismo del Renacimiento o el arte clásico. Esta concepción es la que produjo movimientos tan típicamente protestantes como The Pre-Raphaelite Brotherhood, cuyo ideólogo y mentor John Ruskin alentó a los integrantes de este grupo, a volver sus ojos a los ideales medievales; los primitivos italianos y el arte Gótico. Estaba convencido de que aunque el protestantismo no había aportado apenas nada a la arquitectura religiosa, el arte católico posterior a la Reforma quedó prácticamente atrofiado. [8]

Así podemos apreciar otro importante aspecto del arte desarrollado en el ambiente protestante, en este caso anglicano, y es el fuerte naturalismo y la búsqueda de una autenticidad frente al idealismo clásico.

El caso anglicano quedó muy bien ilustrado a raíz de la exposición “La Isla del Tesoro”, comisariada por Richard Humphreys y celebrada en la Fundación Juan March de Madrid (2012-13)[9]. Fue muy interesante apreciar una selección de obras realizadas a partir de la acción iconoclasta de los puritanos anglicanos. En ellas se observaba, no solo un abandono de la producción de imágenes religiosas con el consiguiente desarrollo de nuevas temáticas, especialmente el retrato y el paisaje, como ocurrió con el caso holandés, sino que se planteaba un clarísimo alejamiento del clasicismo.

A esto contribuyó definitivamente la creación de la Royal Academy  en 1768 al crear un marco para el desarrollo de un arte británico verdaderamente autónomo e independiente de las corrientes clasicistas francesas. De esta institución salieron en la primera mitad del siglo XIX un buen número de artistas con una visión muy comprometida con el  arte evangélico.

Por otra parte la publicación en 1756 del ensayo de Edmund Burke[10] sobre lo bello y lo sublime, atrajo la atención de los artistas para respaldar esa nueva visión anticlasicista que fue el Romanticismo. El Romanticismo británico es eminentemente protestante. Artistas como John Martin, Samuel Palmer, etc. así lo atestiguan. Sus visiones y representaciones de lo sublime tuvieron también mucho eco en la escuela del Rio Hudson en América, otro claro ejemplo de movimiento artístico de inspiración evangélica.

LA NOCIÓN MODERNA DEL ARTE

Después de las observaciones que he expuesto, y aunque hemos distinguido algunas características generales, sigo sin poder concretar las claves para la construcción de una teoría convincente y útil del arte protestante. Siguen flotando en mis pensamientos elementos un tanto dispersos que intento sujetar pero se me escurren y me resulta muy difícil poner en orden. Pienso en artistas, obras, movimientos corrientes de pensamiento, que me hacen fortalecer esa intuición con la que comenzaba este artículo pero que aún no soy capaz de fijar.

Pero hay algo que aún me produce más ansiedad  y que añade nuevas líneas de investigación. Y es la sospecha de la importantísima influencia que el espíritu de la Reforma ha tenido en la concepción del arte moderno.


Pieter Saenredam Nave e interior de St. Catharijnekerk, Utrecht 1655-60


Mark Rothko, Untitled (Black, red over black on red) George Pompidou
Estoy convencido de que “La crítica protestante funda, en su dialéctica, la noción moderna del arte”[11]. La visión luterana de neutralización de la imagen, y sobre todo las reflexiones al respecto de Zwinglio, que afirmaba: “Los muros son bellos cuando son blancos”[12], inician el concepto de la belleza de la anti-imagen, como afirma Stoichita. Este es sin duda uno de los pilares del arte moderno. El énfasis en este concepto de “muros blancos” alcanza categoría de género en la Holanda calvinista. La pintura de interiores de iglesia se pone de moda.[13]

“En resumen, lo que caracteriza a la Reforma desde el punto de vista artístico y la opone a la tradición católica medieval, es que el Verbo, la palabra de Dios, expulsa de la casa de oración a la imagen, considerada seductora y perniciosa”[14]

Donal Judd, 15 Untitled Works In Concrete, installation detail, Chinati Foundation, Marfa Texas,
Ese sentido austero, sobrio, exento de adornosque caracterizaba  a las corrientes puritanas se identifica perfectamente en obras de artistas contemporáneos como Mark Rothko (1903-1970) o  Donald Judd (1928-1994). En su crítica a la exposición de Judd en la galería madrileña Elvira González (2009), Miguel Cereceda explica: …”Con ello (esfuerzo por liberarse de las estructuras, valores y sentimientos de la tradición europea), sin duda, formularon un nuevo arte americano, que se adecuaba muy bien a los ideales de ascetismo y de pureza de la tradición puritana, pero que había de renovar radicalmente los lenguajes del arte contemporáneo, tanto los de la pintura como los de la escultura.”[15]

Si la invención de la fotografía en el siglo XIX nos hace valorar la pintura realmente en su dimensión plástica al liberarla de su función descriptiva,  la descontextualización de las imágenes hace descubrir su estética, por encima de su función.

¿No será esta concepción de arte fruto en gran medida de la estética reformada de la belleza del templo de muros blancos? Cuando en el arte contemporáneo se insiste en la idea de que menos es mas, ¿no significa la sublimación de la visión estética protestante?

Pero quedan muchos cabos sueltos, porque, por ejemplo,  cuando analizo la obra de los artistas protestantes más comprometidos del siglo XX, veo que se desenvuelven, en su mayoría, en el universo del lenguaje expresionista, que está bastante lejos del minimalismo que alentaba Zwinglio.

Confío en que algún día podremos poner en orden todo esto y descubrir que realmente existe una Estética Protestante que tenga la presencia que merece en el conjunto de la Historia del Arte, y que se reconozca su influencia en toda su dimensión.  Entre tanto seguiremos indagando, reflexionando, pero sobre todo emocionándonos con las obras de tantos artistas que han comprometido su vida y trabajo con la batalla personal que supone vivir la coherencia de una nueva vida en Cristo, que en definitiva fue la puerta que abrió la Reforma Protestante hace 500 años.


[1], Louis Reau, “Iconografía del art cristiano”pag 540
[2] Pierre Bourguet, “L’ Art protestant en Protestantismo et Beaux- Arts”. Paris, Editions “Je sers”, 1942.
[3] Louis Reau, op.cit. pag541
[4]Citado en  libro “Jan Vermeer.” Jean-Luc Chalumeau. Ed. Polígrafa 2001.
[5] “Otto Runge, pertenece a ese grupo de artistas que mostró una clara antipatia frente al academicismo y por consiguiente frente al clasicismo y al igual que Caspar Friederich, otro artista que expresa su fe claramente en su obra, se acercó al paisaje realista, al que infundió su personal simbolismo”. Steve Adams, The art of the Pre-Raphaelites. Silverdale Books, 2004.  Leicester.
[6]Album de la exposición, pag 24
[7] Ver E. Panofsky, “Vida y arte de Alberto Durero” pag 217
[8] A propósito  de esto Steve Adams escribe: “Ruskin noted with an astounding degree of tendentious zeal that nothig of architectural note had been produced since the division of the Christian Church. He was prepared to concede that while Protestantism was hardly conspicuous in the art and architecture generated in its service, the Catholic Church meanwhile had not shown  itself capable of a single great conception since its separation from  Protestantism. The Art of the Pre-Raphaelites. Pag 54
[10]Edmun Burke, “Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello” Ediciones Altaya, 1995
[11] Victor Stoichita, “La invención del cuadro” Pag 162
[12] Zwinglio, Sämtliche Werke, t III, pag. 490
[14]L. Reau. Icoografía del arte cristiano I. G. Pag 529).
[15] ABCDe las artes nº 913 . 5 de septiembre de 2009.

MIGUEL ANGEL OYARBIDE,  Madrid, 1954

En 1971, Miguel Ángel Oyarbide entró como discípulo en el estudio del escultor Francisco Espinós. Su posterior formación universitaria en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando y, especialmente, sus encuentros con el pintor Antonio López Torres forjaron sus primeras aproximaciones al arte.
Paralelamente, a lo largo de los años ha complementado su labor como pintor con la divulgación del arte mediante la publicación de obra escrita -como la Enciclopedia Taller de las Artes, Editorial UVE, 1982), libros de texto para Enseñanza Secundaria (Anaya, 1998, 1999), o estudios monográficos como Huellas del Cristianismo en el Arte (Ed. Clie, 2003)-, programas de televisión -como el espacio de TVE, Arco Iris (1984-1985)-, la participación en conferencias -como las Jornadas de Arte y Biblia organizadas por el Ayuntamiento de San Fernando de Henares (Madrid)-; y la docencia en la academia-taller  que tiene abierta en Madrid desde 1983.
La obra pictórica de Miguel Ángel Oyarbide ha sido expuesta en numerosas muestras individuales y colectivas, galerías de arte y centros de exposiciones en España, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y Australia.  Así mismo, algunos de sus dibujos y pinturas forman parte de colecciones permanentes en espacios públicos

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