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Arte y Cristianismo: Huellas del cristianismo en el arte

Arte y Cristianismo: Huellas del cristianismo en el arte
Madrid, 3 de mayo de 2005. ¿Cómo se ha entendido y expresado el mensaje de Jesucristo en la arte?. ¿Se puede estudiar las huellas que el cristianismo bíblico ha dejado en la pintura, sin hacer simplemente un tratado de arte religioso?. Ese es el desafío que se plantea Miguel Ángel Oyarbide en un libro, que ha publicado el Consejo Evangélico de Madrid en una impresionante edición, patrocinada por la Consejeria de Educación del gobierno autónomico de esta Comunidad, lujosamente comercializada por la editorial Clie de Tarrasa.
Escrito por José de Segovia.





Oyarbide es un pintor y profesor madrileño, que llegó a ser muy conocido por su programa de divulgación en TVE, Arco Iris. Su interés va más allá de los objetos de culto, que son devoción o insignia de una iglesia, sino que pretende centrarse en aquellas obras que son expresión íntima de un artista, que habiendo experimentado en su propia vida la transformación espiritual que significa conocer a Cristo como el camino, la verdad y la vida, ha dejado constancia en sus trabajos de este descubrimiento. Este enfoque evangélico del autor da a este libro una visión excepcional de la historia del arte, en un texto que unido a un excelente diseño, magnificas ilustraciones y una hermosa presentación, hacen de este libro algo mas que un objeto de regalo. Estamos ante una verdadera obra de pensamiento.

Ya en la introducción, Oyarbide demuestra su perspectiva protestante en una valiente defensa de la prohibición bíblica de las imágenes y una afirmación de la Reforma, como vuelta al cristianismo primitivo y a la Biblia como única fuente de revelación y doctrina. Como bien dice, no hay problema en decorar un lugar de culto, aunque ′es preferible un templo desnudo pero lleno del Espíritu de Dios′. Ya que ′un cristianismo coherente debería excluir toda representación plástica para adoración, devoción o culto′. Por eso mismo un creyente que es artista, no tiene porque hacer arte religioso. Las obras a tratar aquí son aquellas ′que constituyen una expresión artística de la vivencia del autor, o que se producen simplemente para ornamentación, con fines didácticos y descriptivos, y que desconocen desde su concepción cualquier pretensión idolátrica′.

El riguroso procedimiento de análisis que sigue este libro contempla la obra desde tres dimensiones distintas: el tema o contenido, el lenguaje y la forma estética. Tras considerar la huella del Evangelio en el arte paleocristiano, con todos sus símbolos y signos, considera su papel en la religión oficial y el primer gran conflicto sobre la adoración de imágenes. Oyarbide dedica todo un capítulo a la ilustración de códices y manuscritos por su invención de un nuevo repertorio de símbolos. La pintura románica es aquí contrastada con el gótico y su engrandecimiento de la Iglesia, con el elemento nuevo del retablo. Se escoge entonces a tres pintores protestantes (Durero, Grunewald y Cranach), considerando la importancia del grabado en la Reforma, que da lugar a dos barrocos distintos. Muy interesante también es su tratamiento de Francisco de Goya en el XVIII y Marc Chagall en el XX. El volumen se cierra al final con un directorio, un glosario y una bibliografía.

Con Gombrich, este libro parte de la tesis que ′no existe, realmente, el Arte, tan sólo hay artistas′. Como Hans Rookmaaker, Oyarbide rechaza el papel ilustrado del arte como religión. Añora los días en que ′eso que hoy llamamos arte no era considerado una actividad intelectual, ni el artista era ese individuo genial que tiene la obligación de expresar cosas y buscar constantemente ser original y además reflejar en sus obras el espíritu de la época en que vive′. La historia del arte cristiano es hasta el final de la Edad Media, en su mayoría la de obras anónimas. Pero a partir del XVIII el fin ya no es crear belleza, sino ser expresión de autor. Es la época del pietismo, cuando el cristiano se separa del mundo, y se olvida la realidad bíblica del hombre total, preocupándose solamente por salvar almas. ¡Qué triste que el arte ya sólo nos interesa mas que de una forma instrumental, como una mera herramienta de propaganda evangelistica!. ¡Qué lejos estamos los evangélicos hoy de aquellos artistas holandeses del siglo XVII, que tanto le gustan a Oyarbide!.

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