El Mensaje Bíblico
Con motivo de la celebración del 125 aniversario de su fundación, Caja Segovia ha organizado una exposición en el Torreón de Lozoya con cerca de 80 obras de uno de los más importantes artistas del siglo XX, el ruso Marc Chagall (1887-1985). Se trata de una colección singular que recoge los trabajos realizados por este pintor judío, inspirados por El Mensaje Bíblico.
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El título de esta exhibición viene del museo que tiene el artista en Niza desde los años setenta. Pero las obras que forman El Mensaje Bíblico nacen a partir de 1931, cuando el pintor viaja a Israel. El artista recorrió ese año Palestina, Siria y Egipto, con su primera esposa Bella y su hija Ida, a propósito de la apertura de un museo en Tel Viv. La cultura judía de Chagall tiene sus raíces realmente en el movimiento jasidico, que se extiende por el este de Europa el siglo XVIIII. Su práctica carismática de oraciones extáticas y misticismo gnóstico marcan la espiritualidad del pintor desde pequeño. Sus obras están siempre llenas de una poesía y colorido casi infantil, que forma un mundo amoroso y entrañable de fantasía vitalista.
Chagall se establece en París en los años veinte, volviendo a Rusia después de la revolución, para abandonarla definitivamente, profundamente desengañado. Su vida corre paralela a un siglo tumultuoso, que hace de la capital francesa su centro fundamental, hasta su exilio en Estados Unidos. Aunque su nombre se asocia con la llamada escuela de París, su obra no se somete a los dictados de ninguna de las vanguardias históricas del siglo XX, como se ha podido ver en los óleos, dibujos, acuarelas y grabados expuestos en Segovia. Algunos de los trabajos expuestas provienen no sólo de Niza, sino también del Centro Pompidou y algunas colecciones particulares, especialmente la de la nieta del artista. La muestra incluye también las ilustraciones que hizo para una Biblia publicada en Francia a principios de los años treinta. “Desde mi primera juventud”, dice Chagall, “quedé cautivado por la Biblia. Siempre me pareció, y me sigue pareciendo, la más grande fuente de poesía de todos los tiempos. Desde entonces he buscado ese reflejo en la vida y en el arte”. Sorprende en un artista judía la gran cantidad de crucifijos que aparecen en sus obras. Pero Cristo no es para él un Mesías divino, sino un hombre sufriente. En la espiritualidad de Chagall no hay lugar para dogmas, doctrinas o iglesias, ya que en realidad no era ni cristiano ni judío. Incluso desconfiaba de las posibles utilizaciones propagandísticas que se pudieran hacer de su obra, por parte de algunos grupos religiosos. “Cada iglesia piensa que tiene la llave”, dice Chagall, “cuando yo pienso que la puerta se abre sola”. Jesús dice ser el mismo la Puerta, pero El mismo se ha reservado las llaves. Y ciertamente esa Puerta tiene forma de cruz. Es ese el corazón del Evangelio. El que por esa Puerta entrare, será salvo, dice Jesús. Pero la cruz es mucho más que el símbolo del sufrimiento humano. La muerte de Cristo nos presenta el misterio de un Dios crucificado, en cuya locura está el poder y la sabiduría capaz de salvar a un mundo orgulloso, cuya razón ha provocado las monstruosidades que sufrió Chagall en este viejo continente. En ese sentido su nostalgia infantil por esa luz perdida nos habla de la realidad de un universo más allá de los sueños, en un paraíso recobrado por la sangre derramada en un madero. En esa nueva tierra tal vez bailen las vacas, se muevan los árboles, y los caballos dancen al son del violín, entre pájaros, ángeles y acrobacias. Porque en ese jardín todo florece por el agua del río de la vida, que fluye del trono donde hay un Cordero. Y ese Cordero aparece inmolado, para que no olvidemos nunca esa cruz. José de Segovia. Algunos de estos artículos fueron publicados en www.protestantedigital.com y posteriormente impresos con el nombre de Entrelineas: Arte y Fe por el Consejo Evangélico de Madrid. |
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